No te tengo
pero sé que estás ahí, mi pública confesión, lo delata.
Debo mantener
la calma a pesar de la tormenta que vivo en mi interior, no quiero perder la
cabeza aún más pero ¿por qué no?
¿Quién
escribe las reglas de lo correcto o incorrecto?
¿Quién establece lo que es
moral o no?
Nosotros teníamos nuestras normas, sí sólo nuestras, que cumplíamos como sagrada penitencia deseada, anhelada y sentida en lo más hondo de nuestro ser.
Ambos éramos depredadores, el uno del otro, de nuestros cuerpos, nuestros
placeres, nuestras necesidades compartidas, sabrosas, queridas, ardientes, tú
alma era mía y la mía estaba perdida en ti.
Qué dulce dolor cuando nos
separábamos y qué tristeza al reunirnos porque sabíamos que, a pesar de ser
horas, eran sólo eso…
(Continuará...)
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