lunes, 26 de diciembre de 2016

¿Algo qué declarar?



Llegué al control de equipajes dubitativo,

me preguntó el policía: ¿algo que declarar?
Mi cara culpable me delató, no supe disimular, confesé: 
Sí, la amo como no amé nunca.
Deténgame, no puedo callar más mi delito.

martes, 19 de abril de 2016

Que el viento te bese en mi nombre


Que el viento te bese en mi nombre

que la ráfaga veloz te lleve mi perfume

que como tormenta sientas mis manos

que la humedad sean mis labios y lengua

que nunca me olvides

porque yo no lo hago...


@CarlosRibanez













lunes, 4 de abril de 2016

En tu búsqueda...


Si dijera que no he intentado olvidarte te mentiría, y no, no voy a hacerlo, a ti que tanto me diste y a la que tanto me entregué, hay trenes que pasan una vez en la vida, dicen, pero este me arrolló con una dulzura inusitada, inesperada pero deseada en los más interno de mi ser, quiero ser arrasado de nuevo y sé que no será posible, sé que los milagros no existen, por lo menos por segunda vez, aunque yo absolutamente ateo rezo a la providencia que nuestros caminos vuelvan a cruzarse para recomenzar aquello que no pudo ser.

He buscado el calor de otros brazos, de otros labios, de otras miradas, de otros cuerpos, de otros placeres, lenguas, cabellos, pieles, todo… pero ninguno me satisfizo lo suficiente para que salieras al galope de mi cabeza, de mis sentimientos, de mis sensaciones. Muchas de esas mujeres me amaron, lo sé, pero yo nunca logré que aquello que buscaba y sabía era imposible reemplazar. No todo es placer sexual, el placer viene y va, puedes quedar satisfecho pero no lleno, la sensación de plenitud, el cenit, lo alcancé por primera vez junto a ti y por última vez también. Sé que mis palabras no te parecerán exageradas porque sé que a ti te pasó lo mismo, buscaste, y encontraste el vacío en otros cuerpos pensando en el champán de lujo de nuestra pasión. A veces, más de las que serían necesarias para un cuerdo no enamorado pensé en ti mientras yacía con otras, nada logré más que el vació posterior que sentía durante y después de hacer el amor con Juana, Luisa, Carmen, Ana, Tania… tú eras tú, única, extravagante, entregada, mía y yo... tú esclavo. 

(Continuará...)

@CarlosRibanez






lunes, 8 de febrero de 2016

Ruta de placer...


Nuestros rituales de placer y amor eran seguidos sin unas reglas fijas, cada encuentro tenía una hora de inicio, de final, pero lo que ocurría en ellos no estaba predeterminado ni escrito en nuestras mentes, nos dejábamos llevar, la sorpresa era constante, igual un día hacíamos el amor furiosamente, otros plácidamente, otros dominabas tú y yo sumiso me dejaba hacer placenteramente, otros era a la inversa y en la mayoría todos los ingredientes se mezclaban en un coctel explosivo donde el tú y el yo era lo importante, lo único, lo inigualable, nada del exterior nos importaba, el mundo se paraba para nosotros y por nosotros, el terremoto, el tsunami, la tormenta, el relámpago ocurría entre nosotros con descargas placenteras de caricias, besos, lamidos, palabras, jugos, olores, sabores y sensaciones indescriptibles que sólo tú y yo nos sabíamos dar porque ese era nuestro sino, nuestro fin gozoso, nuestra vida, nuestra muerte. Había, en cambio, un rito que siempre repetíamos y que será para siempre muestra de nuestro paso por los distintos lugares que fueron testigos de nuestra pasión, complicidad y amor: Antes de irnos, de decirnos adiós dolorosamente, porque nunca sabíamos cuando iba a ser el siguiente encuentro y con la congoja que eso nos suscitaba y aún desnudos, cogíamos uno de los cuadros que decoraban las habitaciones de hoteles, de casas prestadas, de… y con la barra de labios que siempre te acompañaba escribíamos tras él:

 “Aquí fueron felices, estas paredes los saben, M y A” 

Esa ruta del placer supremo está escrita, como prueba perenne, guía que sólo tú y yo sabemos y que yo moriría por hacer de nuevo. Recorrido indescriptible, que ahora parece un sueño, que fue real, vivida y gozada. Ahora la lloro porque la deseo. Te deseo más que nunca.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Crepúsculo...

Odio cuando amanece, porque esos rayos de sol gloriosos a la vista de todos, son cuchillos asesinos para mí, luz de mi derrota, prueba de que te he perdido y ya no formas parte de los sueños que la intimidad de la noche, gloriosa y sublime, me permiten sentirte, tocarte, abrazarte, besarte, amarte como nunca lo hice y que el crepúsculo me regala dando sentido a mi vida. El único. Tú.




Mi pequeña aportación a la antología "Inspiraciones nocturnas"

jueves, 29 de octubre de 2015

Jamás se regresa...

No te enamores de una mujer que lee, de una mujer que siente demasiado, de una mujer que escribe.

No te enamores de una mujer culta, maga, delirante, loca.

No te enamores de una mujer que piensa, que sabe lo que sabe y además sabe volar; una mujer segura de sí misma.

No te enamores de una mujer que se ríe o llora haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu su carne; y mucho menos de una que ame la poesía, o que se quede media hora contemplando una pintura y no sepa vivir sin la música.

No te enamores de una mujer a la que le interese la política y que sea rebelde y sienta un inmenso horror por las injusticias. Una que no le guste para nada ver televisión. Ni de una mujer que es bella sin importar las características de su cara y de su cuerpo.

No te enamores de una mujer intensa, lúdica e irreverente.

No quieras enamorarte de una mujer así. Porque cuando te enamoras de una mujer como esa, se quede ella contigo o no, te ame ella o no, de ella, de una mujer así, jamás se regresa...

Martha Rivera Garrido, poeta dominicana.


lunes, 26 de octubre de 2015

En la plenitud...


Me viene a la memoria aquella tarde en la que ambos nos escapamos de nuestra vida rutinaria para encerrarnos juntos en la plenitud. Quedamos a una hora determinada en un sitio distinto, todas las precauciones a los ojos de los demás eran pocas, llegamos separados, solía ser así, esta vez llegué después porque tú ya te habías encargado que así fuera. Lo que vi al entrar nunca lo olvidaré: tú tendida, boca abajo en la cama, sin nada más que esos zapatos de tacón rojo que unos días antes te habías comprado y me habías mostrado 

- ¿Te gustan? me preguntaste, asentí y te dije: Te sentarán muy bien, pero con ellos, sólo con ellos...


Así fue… nunca olvidaré el resplandor ante mis ojos, que lo iluminaron todo… mi entrepierna también, que emitían puestos en tus pies, tendida, receptiva, con tu precioso pelo suelto, mirándome de soslayo como sólo tú sabías hacerlo, diciéndomelo todo sin necesidad de emitir palabra alguna. Rápidamente me abalancé sobre ti, besé tus labios, cuello, lamí tus orejas lentamente y descendí por tu espalda saboreándola, sintiéndola, notando tú piel temblorosa, suplicante, tanto que percibí tu humedad intensa con un olor fragante cual perfume embriagador que me aturdía  y me hacía perder el conocimiento dulcemente logrando, como una milagro, que me excitaba aún más y más… 



¡Lo pienso y lo vivo… nuevamente…! 



Te pusiste en píe apoyando ambas manos en la pared, abriendo tus piernas, tu cuerpo marcaba una equis perfecta, subliminal, me arrodillé tras de ti, me cogí a tus nalgas y saboree ese licor de dioses que emanabas con fluidez y que yo bebía ansioso, necesitado de él, dependiente de él, recorriendo tus labios y el surco de tu culo que se abría y abría deseando más, mientras te balanceabas cadenciosamente adelante y atrás utilizando mi lengua como espada placentera que entraba en ti, toda en ti, cual daga de fuego mojado, ansioso, hambriento, tus gemidos incesantes me indicaban que mi camino era el correcto, la senda del placer compartido, de la ruta sin norte ni sur, del único buscado, deseado, encontrado, gozado sin falsos tabús, sin fronteras, sin miedos, hasta el fin logrando un intenso orgasmo y después otro que te hacía contraerte, encerrando mi cabeza, mi cara, mi lengua, aún más en ti…